Delirios de grandeza

Ya es jueves y estamos por acabar (no al chiste fácil), la segunda semana desde que explotaron los flashes barderos. Imagino que en un par de años, cuando yo me haya hecho rico vendiendo este sitio a Google o Microsoft, nos juntaremos a tomar unas cervezas (yo pagaré entonces, por ahora Funky me las debe), y recordaremos estos momentos. Les prometo a todos lo que se loguearon antes de estas dos semanas, y que fueron de la partida cuando nadie creía en esto, un % de la venta por "derechos de formación". No quiero decir ahora cuánto, porque seguro me tildarán de tacaño. Y no quiero quedar como un tipo que no comparte lo que no tiene. Y entonces, al levantar el chop, brindaré por uds. y con uds. Mi motivación.

Ahora, por favor, que alguien me ayude a levantarme. Me fui al re carajo con el sueño, ¿no?

Les dejo las fotos y el relato acá abajo.

Su chaqueta abierta dejaba ver la camiseta blanca, era fina y se adivinaba el encaje del sujetador, así como sus pezones que empujaban la tela dibujándose contra ella.

Porque no – respondí y siguiendo un impulso la rodeé con el brazo por la cintura y me incliné para besarla. Su boca parecía estar esperándome ansiosa, me recibió su lengua que buscó la mía con ansía, yo devolví el beso con tanta o más intensidad. Sus labios se cerraban sobre los míos mi lengua jugaba en su boca, bailando con la suya.

Poco a poco fue bajando el ritmo y el beso fue más largo, sostenido, mientras nos comíamos la boca y su saliva y la mía se mezclaban. Mis manos pasaron de su cintura a sus caderas y de ahí a su culo. Lo agarré con fuerza, clavando mis dedos. Era redondo, firme y no podía parar de acariciarlo mientras la atraía hacia mí fundiendo nuestros cuerpos igual que nuestras bocas.

La empujé hacia atrás y sin separarnos un milímetro se apoyó en la mesa. Mi boca bajó por su cuello, lamiéndolo, besándolo, mientras mis manos recorrían sus muslos por encima de la falda.

Mi boca continuó bajando por su pecho, besando su escote siguiendo el borde del cuello de su camiseta hasta que me lancé por sus pezones, ahora más abultados, e intenté chuparlos a través de la ropa.

Sus gemidos ahogados me indicaban que le gusta lo que estaba haciendo así que continué...