En el campo lo primero que hay que aprender a domar es el miedo. Lo sabía muy bien, la decisión de mudarse a un paraje tan alejado tenía que ver con eso: quería aprender –por fin– a controlarse.
Los médicos le advirtieron que no era una buena idea, al menos no hasta concluir el tratamiento, pero la posibilidad de subirse al potro alocado de la inseguridad, y talonear los flancos hasta que sus pulsiones fueran dóciles, lo embriagaba.
La primera noche comió algo liviano y leyó hasta que los párpados comenzaron a apretar la negrura de las sierras. La silueta de los árboles se disolvía en la oscuridad y los grillos parecían haberse complotado para alejarlo de la galería.
Se puso de pie y estiró los músculos con un bostezo antes de meterse en la casa. Camino a la habitación pasó junto a la mesa del comedor y le dedicó una mirada severa a las pastillas. “Una cada ocho horas”, había dicho el Doctor Psicotrópicos.
Sintiéndose por primera vez en muchos años dueño de su propia voluntad, decidió que haría todo lo que fuera posible para evitar esas dependencias serviles. Se llevó, en lugar del medicamento, un cuchillo afilado y una vela sobre un plato.
La cama era grande y mullida. Al dejarse caer en ella los resortes emitieron un quejido grosero. Imaginó que alguien en la oscuridad de afuera podía estar escuchándolo, pero barrió de su mente la idea y se puso a ver las sombras proyectadas por la vela que siseaba. Lo ganó el sueño a los pocos minutos.
Se despertó en mitad de la noche, sofocado. Las ventanas estaban cerradas y las paredes de la casa irradiaban un calor que no encontraba por dónde disiparse. Intentó incorporarse, tentado por el refrescante sabor de un vaso con agua, cuando tocó esa cosa tibia junto a él. Aterrado, tanteó eso que no estaba ahí al momento de acostarse. Los latidos de su corazón se volvieron saltos asfixiantes cuando intuyó qué podría ser.
La escena de El Padrino donde el hombre despierta junto a la cabeza de un caballo se le representó vívidamente. Con las alarmas internas del pánico rasgándole a sablazos los velos de la somnolencia, descubrió con horror que a su lado había una mano tibia, con dedos regordetes, que permanecía agazapada en la quietud que precede al ataque.
La oscuridad ahora parecía una presencia sólida que empujaba los muebles contra las paredes, haciendo crujir las maderas, aplastando los grillos hasta silenciarlos.
Buscó el cuchillo que había sobre la mesa de luz y se defendió a puñaladas, con la desesperación de alguien que huye de una muerte espantosa.
Los médicos le advirtieron que no era una buena idea, al menos no hasta concluir el tratamiento, pero la posibilidad de subirse al potro alocado de la inseguridad, y talonear los flancos hasta que sus pulsiones fueran dóciles, lo embriagaba.
La primera noche comió algo liviano y leyó hasta que los párpados comenzaron a apretar la negrura de las sierras. La silueta de los árboles se disolvía en la oscuridad y los grillos parecían haberse complotado para alejarlo de la galería.
Se puso de pie y estiró los músculos con un bostezo antes de meterse en la casa. Camino a la habitación pasó junto a la mesa del comedor y le dedicó una mirada severa a las pastillas. “Una cada ocho horas”, había dicho el Doctor Psicotrópicos.
Sintiéndose por primera vez en muchos años dueño de su propia voluntad, decidió que haría todo lo que fuera posible para evitar esas dependencias serviles. Se llevó, en lugar del medicamento, un cuchillo afilado y una vela sobre un plato.
La cama era grande y mullida. Al dejarse caer en ella los resortes emitieron un quejido grosero. Imaginó que alguien en la oscuridad de afuera podía estar escuchándolo, pero barrió de su mente la idea y se puso a ver las sombras proyectadas por la vela que siseaba. Lo ganó el sueño a los pocos minutos.
Se despertó en mitad de la noche, sofocado. Las ventanas estaban cerradas y las paredes de la casa irradiaban un calor que no encontraba por dónde disiparse. Intentó incorporarse, tentado por el refrescante sabor de un vaso con agua, cuando tocó esa cosa tibia junto a él. Aterrado, tanteó eso que no estaba ahí al momento de acostarse. Los latidos de su corazón se volvieron saltos asfixiantes cuando intuyó qué podría ser.
La escena de El Padrino donde el hombre despierta junto a la cabeza de un caballo se le representó vívidamente. Con las alarmas internas del pánico rasgándole a sablazos los velos de la somnolencia, descubrió con horror que a su lado había una mano tibia, con dedos regordetes, que permanecía agazapada en la quietud que precede al ataque.
La oscuridad ahora parecía una presencia sólida que empujaba los muebles contra las paredes, haciendo crujir las maderas, aplastando los grillos hasta silenciarlos.
Buscó el cuchillo que había sobre la mesa de luz y se defendió a puñaladas, con la desesperación de alguien que huye de una muerte espantosa.
Mientras la hoja filosa bajaba una y otra vez, imaginaba que la mano que lo buscaba era de un espectro salido del bajo fondo de la cama.
En el frenesí de una locura pavorosa pensaba que la mano antecedía a un cuerpo que subía para recostarse a su lado y hacerle vaya uno a saber qué cosas.
Se alegró de no haber tomado las pastillas, de contar con tamaña lucidez y continuó hincando la hoja. Casi no había yerros, puñaladas desperdiciadas en el colchón, cada golpe precedía al ruido de los cartílagos rompiéndose, o de los huesos crujiendo mientras jadeaba.
Por fin saltó de la cama y retrocedió hasta donde recordaba haber dejado su ropa. En el pantalón había un encendedor. Tenía que dar con el encendedor para terminar con esa locura.
Con el brazo derecho todavía dormido, utilizó los dedos de la mano que le quedaba.
Temblaba de miedo y al primer chispazo lo supo. Así como algunas verdades se revelan incuestionables, lo supo, pero siguió accionando el encendedor igual, ahogando un grito de locura mientras vislumbraba entre los destellos las sábanas oscurecidas.
Allí emergía su propia mano cercenada.
Quiso cubrirse la cara para no ver y entonces un muñón torpe y mojado le chocó el mentón, provocándole un hormigueo insoportable.
Este post es parte del blog: Peinate que viene gente - http://revistapeinate.com.ar/
40 comentarios:
Espero que, después de leer la entrada de hoy, aún puedan dormir bien... mue... mueje... muejeje...
Yo como aún no la leí, me voy a dormir.
Sóbenla con ganas.
La leí. Está muy buena!
Hola Pitu!. 5 horas y media tardaste en leerla??? O tardaste 4 horas en leerla y 1 hora y media en escribir el comentario?
Buenos días a todos. Salgo para la oficina
no
solo que dormi 5 horas
Buen día a todos
Paso, saludo y sigo
Ta lueguitop
buenos dias! saludos desde acá.-
Bois chías.
Chupen y no larguen.
cagamos, se consiguio un negro brasilero que le revisa el aceite!
Al resto de gente decente, buenos dias su senioria, man tan tin luri lura!
Que hace rene?
Alguien te la puso y se fue!
Hola Sergio, Barrientos, Charly, Saymon, Funky, Nene (se llenó temprano el boliche...)
No sólo pude dormir sin problemas. Me quedé dormido.
Buen día a todos!!!!
"La escena de El Padrino donde el hombre despierta junto a la cabeza de un caballo se le representó vívidamente..."·
Si los caballos son jodidos, no saben cómo son las sheguas =P
Serg
Renato
Marito
Say (persona no grata)
Chuchi
Nene
Y Ninito pulcro!
Hola Ana de los Mil Días...
Pero como...¿no me habías declarado la Yihad vos? Sí, sí, a vos te hablo.
Bueno, acepto el armisticio implícito.
Te mandé mail... y estoy esperando respuesta.
(shhh, es para funky)
Buen día para todos
Hola Beatle.
Los mails se responden después de haberlos leído, por lo tanto deberías esperar respuesta en un tiempo prudencial y no inmediato ¿no te parece?
Perdona a tus enemigos, pero jamás olvides su nombre - (John Fitzgerald Kennedy)
=)
Hola Beat!!!!!!!!
Che a vos te dieron aumento de sueldo??? porque me compré un polvo compacto y me fajaron!!!!!!!
ASI NO!!! ASI, NO!
jajaja, ojalá Anita!!! recién en Abril puede que liguemos algunos morlacos que seguramente serán superiores a la inflación de Moreno
Mirá tratá de no quejarte porque a la que están fajando cada vez que se me ocurre comprarme un rimel, un brillo es a mi!!!!!!!!
Mirá funky...
dejá... dejá.
Hola Renato ortiva!
Hola linda.
Chiste, chiste!
Un changuito ensangrentado golpeó a la puerta de su casa . Le abrió su mama .
- ¡ Chaaaaaango , que te ha pasado ! .
- Me han apedreado .
- ¿ Y cómo no se vengó ? .
- Sí no me vengo , me matan .
Malísimo, pero vale el intento.
¡CHAN!
Vos, si si VOS, no entedés Ná e Ná!
Jajajajajajajajajaja
Te faltó el ¡Yatevó!
estoy peor que los putos palestinos porque me quede sin piedras!
linda tarde para hacer un totó
Hablá con Nino, seguro te entrega algo...
Si querés te entrego una foto de Funky juntando moneditas del piso
Más no puedo darte
Yo quiero ver la foto!!!!!
Me voy, hasta mañana
Chau Beat!
Gente, me voy. Buen regreso a sus hogares.
Chau Marito!
Buen regreso.
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