Memory test

Uno de los textos más interesantes que me dieron para leer fue el de Los exploradores de cavernas. En este cuento, unos mineros quedan atrapados por un derrumbe y terminan comiendo a uno de ellos para poder sobrevivir. La cuestión es ver cómo cada uno de los jueces decide si estos tipos pueden ser considerados culpables de un homicidio.

Uno de los jueces me fascinó, porque lo resolvía de manera muy simple: entre otras cosas, dijo que es el sentido común lo que impide condenar a un tipo que de otra manera posiblemente habría muerto. Más allá de lo que dijera el derecho, ahí había una cuestión de sentido común.

Durante mucho tiempo basé mi vida en el sentido común. Y lo sigo haciendo en parte, porque sostengo que todo nace de ahí. Pero un día me di cuenta de algo: no existe persona que crea que no tenga sentido común. Nadie dice “mi forma de pensar no es sensata”. Porque en el momento en que pienso eso, automáticamente ya estoy sosteniendo otra postura. Creo que por lógica es imposible pensar que uno no tiene sentido común, porque nunca voy a hacer cosas que no me parezcan sensatas y, por lo tanto, que no sean lo mejor para mí.

Entonces, caí en que mi postura no era sensata y cuando me di cuenta de eso, ya estaba en la otra vereda. Estaba aborreciendo a ese juez. Ese juez que en un principio me pareció tan racional, ahora no podía hacer más que asociarlo con la dictadura. Porque un golpe de estado no es ni más ni menos que eso: es correr el derecho por la fuerza, para imponer los hechos que algunos –los que tienen esa fuerza– creen mejores, más sensatos. Que los demás coincidan o no, eso es lo de menos, porque esto es lo mejor.

He escuchado declaraciones de militares que sostienen que lo que hicieron fue lo mejor para el país. Y yo creo que realmente piensen eso, sé que no están mintiendo, están convencidos de que es así. Y eso me da miedo. No me dan miedo los hijos de puta, los violadores, los asesinos.

Los tipos que saben que están haciendo cosas que están mal. Ésos no me dan miedo. Pero sí me asustan mucho los que dicen que te están defendiendo. Los que están convencidos de que hacen lo mejor para todos, y que eso justifica apartarse de lo que antes consensuamos.

Por eso estudio derecho, porque creo que sin reglas para convivir, fijadas por nosotros mismos, no podríamos existir. Y hoy voy a ir a una marcha que recuerda eso. Mi ideal es que proyectemos esto a cualquier ámbito de la vida y que entendamos que no nos podemos cagar en lo que arreglamos, porque ahí es donde todo se hace imposible: cuando cada uno se pone en histérico y hace lo que se le canta.

Este post es parte del blog: Lo que ellas quieren