Nosotros no somos los Orozco, somos los mocos...

[Estimada audiencia: la narración que estáis a punto de leer es absolutamente verídica. Solo se han cambiado los nombres y alguna circunstancia para proteger a los inocentes – y a algún culpable también]

Miguel conoció a Noemí promediando la secundaria, ya que ella venía de otra escuela. Al principio no le llamó mucho la atención, pero con el tiempo, empezó a mirarla con otros ojos. Sin embargo, Noemí solo lo quería como amigo. Aceptaba ir al cine con él o compartir un café. Pero “tus manitos ahí y las mías acá.”

Quizá fue el hecho de saber que ya no iba a verlo diariamente lo que hizo que, meses después de haber egresado, fue ella la que se acercó a Miguel. Y no tardaron en empezar a salir.

Para ese entonces, Miguel ya había empezado la facultad. Y cuando uno inicia una actividad nueva, sea facultad, trabajo y hasta blog, por qué no, conoce gente nueva. Entre las muchas personas que conoció Miguel, estaban Javier y Adriana.

Javier vivía en Olivos y Adriana en Once. Hasta para el más despistado, era muy evidente que Javier y Adriana iban a terminar siendo pareja. Y, efectivamente, así sucedió.

Cierta tarde, los tres habían quedado en encontrarse en el bar de la facultad luego de los respectivos horarios de clase. Miguel se demoró un poco en la suya y, cuando llegó, Javier y Adriana estaban esperándolo. Impacientes por contarles la casualidad que habían descubierto.

El padre de Adriana era médico. Además de su consultorio, trabajaba en la Facultad donde tenía un ayudante a quien todos llamaban, cariñosamente, Pocho. Pero lo curioso era que Pocho, desde hacía muchos años, era el médico de la familia de Javier.

Los dos se quedaron esperando los comentarios de Miguel, pero este se quedó mudo. Y no era para menos. Pocho, antes de ir a vivir a Olivos (donde el padre le había montado el consultorio apenas terminada la residencia), había sido vecino de piso de los padres de Noemí. No solo los conocía (a Noemí, sus padres y su hermana mayor) sino que habían alcanzado un grado tal de amistad, que el padre de Noemí era padrino del hijo mayor de Pocho.

El mundo es un pañuelo absurdo.

P.D.: En un complicado veraneo, los padres de Noemí y la familia de Pocho terminaron peleados. Un año más tarde, Miguel y Noemí también se pelearon. Javier y Adriana, en cambio, se casaron, tuvieron dos hijos y luego se divorciaron...