El detalle que faltaba

No me considero un fanático del boxeo. Ni siquiera puedo decir que es un deporte que me guste mucho. Al contrario. Soy de los que sostiene que es casi algo inhumano. Casi una corrida de toros. Sólo que hasta que no empiza la pelea no se sabe quién es el torero y quién el toro.

 

Sin embargo, ha habido una serie de boxeadores en la historia que me han resultado atractivos de mirar. Muhammad Alí, Ray Sugar Leonard, Nicolino Loche... O sea, aquellos boxeadores que hacen de este deporte un arte, boxeando con estilo, con la filosofía de no dejarse pegar. Para que se entienda. Son contados con los dedos de una mano aquellos a los que realmente me gusta ver. Seguramente que alguno de uds. podrá aportar algunos más.

 

Ayer por la noche, en mi casa, se dió algo que no recordaba desde los tiempos de Carlos Monzón, con la TV en blanco y negro. Nos juntamos en casa a ver la pelea. Eramos 14 personas alrededor de la TV. No nos juntamos a ver la pelea específicamente. Pero todos los que vinieron a casa tenían la consigna de "Vamos a ver la pelea, no?".

 

Creo que son muy pocos los argentinos que antes de la pelea de ayer habían visto a Sergio "Maravilla" Martinez boxear. Creo que la publicidad que hubo alrededor de esta pelea logró ese efecto y esa espectativa. Pero, Video Match mediante, Maravilla logró el objetivo de unirnos atrás de la pantalla para verlo pelear. El hecho de que además hubiera enfrente un personaje tan "armado" como Julio Cesar Chavez Jr. seguramente ayudó. El "nene" bien, el de una infancia acomodada, protegido de los promotores de este deporte, contra el que la luchó de abajo, que tuvo todo en contra toda la vida y llegó en base al sacrificio.

 

Lo cierto es que debo admitir que ayer vi uno de los espectáculos más electrizantes que recuerde de este deporte. Todos teníamos en frente el fantasma de la supuesta falta de imparcialidad de los jurados. Todos sabíamos el mensaje de que Martinez debía ganar por demolición para que no le roben la pelea. Y si bien había marcado claras diferencias a su favor, no eran nada que un jurado parcial no pudiera ignorar.

 

Y llegó ese último round. Digno de Rocky I, o II o de cualquiera de la saga. El protagonista, el bueno de la película, el que había hecho todo bien hasta ahí, ensangrentado, faltando un minuto y medio para terminar, cae sacudido por una tremenda mano del "Jr.". Y uno lo ve ahí caído y piensa: "se terminó. Ahora seguro le dan la pelea a Chavez". Pero el muchachito se levanta. Todavía tambaleándose por el golpe recibido y seguramente herido en su confianza, se pone de pie. Aguanta los primeros empellones del Campeón que ve la luz al final del tunel y se esperanza. Y uno ve que pasa el temblor. Que de nuevo nuestro héroe adopta la postura del dominador. Que lo va a buscar y le pega otra vez. Y otra. Todos en mi casa está inclinados hacia adelante mirando casi sin creer lo que está pasando. Algunos nos paramos. Y gritamos. Como si Maravilla nos pudiera escuchar. "Pegale". "Dale que ahora lo tirás vos". "No puede más, pegale". Y termina nuevamente dominando el único round que perdió con claridad.

 

Pero el fantasma está ahí. La pelea terminó y él y todos nosotros sabemos que esa caída del final puede ser el justificativo que necesitaban para legitimizar el robo. Y llegan la tarjetas y con ellas el final feliz. Tal como en Hollywood, el muchachito sale victorioso contra todos y todo. Y hoy, un día después y para completar la historia, nos enteramos que además, desde el cuarto round, peleó con una mano rota... Qué boludo el guionista... era un condimento para saberlo en el momento. Hubiera hecho todo mucho más apasionante...